Las dos muertes de Manuel Belgrano
Manuel Belgrano, (diplomático, economista, periodista, político, abogado y militar rioplatense de destacada actuación en la actual Argentina, el Paraguay y el Alto Perú durante las dos primeras décadas del siglo XIX), puede decirse, murió dos veces. La primera vez fue, sin gran pompa, el 20 de junio de 1820, "el día de los tres gobernadores" relatado por Bartolomé Mitre. La segunda vez fue con un funeral organizado el 29 de julio de 1821 por el gobernador bonaerense Martín Rodríguez y su joven ministro, Bernardino Rivadavia. "Triste funeral, pobre y sombrío, que se hizo en una iglesia junto al río, en esta capital al ciudadano, brigadier general Manuel Belgrano", escribió el sacerdote Castañeda en su periódico, "El despertador teofilantrópico". En junio de 1820, fue el único diario que lo recordó, en una ciudad temerosa por las tropas del caudillo santafesino Estanislao López y el entrerriano Francisco Ramírez, mientras tres gobernadores se disputaban el poder. Belgrano murió a las 7 de la mañana, en la casa de su padre, el comerciante Domingo Belgrano. Tenía 50 años y el hígado destrozado. Como relata Mitre, el abogado educado en Salamanca, el hombre que había salvado la Revolución de Mayo con las batallas de Tucumán (1812) y Salta (1813), estaba en la miseria. El mármol de la cómoda de un hermano suyo, Miguel Belgrano, se usó como lápida. El ataúd de pino, cubierto con un paño negro y cal, se ubicó junto a la puerta del atrio de Santo Domingo. Belgrano le había pagado a su médico, el escocés Redhead, con un reloj de bolsillo. Otro amigo médico, Juan Sullivan —que haría la autopsia— tocaba el clavicordio para alegrarlo en sus últimas horas. Murió rodeado de frailes dominicos, familiares —como su hermana Juana— y algunos amigos, como Manuel de Castro y Celedonio Balbín.
El segundo funeral
Lejos ya de aquellas penalidades, la segunda muerte de Belgrano —el "figurado entierro" de que habla Rafael Alberto Arrieta— llegaría un año después de su muerte real, el domingo 29 de julio de 1821. Un funeral cívico, modelo para los que se repetirán después, como el de Manuel Dorrego en 1829. Según cuenta Arrieta, desde la mañana el cañón del Fuerte de Buenos Aires disparaba una salva cada cuarto de hora, anunciando que la ciudad estaba de duelo. El cortejo salió de la casa mortuoria a las 9 y llegó a la Catedral al mediodía, porque iba parando en cada esquina. Un armazón que supuestamente llevaba el cuerpo de Belgrano, era cargado por frailes. Los comercios estaban cerrados, la gente se agolpó en la Plaza Mayor para ver la formación de regimientos de línea y artillería, con uniformes de luto. Cuatro cañones dispararon cuando el cortejo entró en la Catedral, encabezado por el gobernador Martín Rodríguez y sus ministros
El culto a Belgrano se afirmó en 1873, cuando el presidente Sarmiento inauguró la estatua ecuestre en la Plaza de Mayo. En 1887 Mitre publicó su monumental biografía. En 1903 Roca inauguró el mausoleo en Santo Domingo. Y en 1938, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Roberto Ortiz estableció por ley el 20 de junio como Día de la Bandera.

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